7. Cementerio Municipal
En el número 6 de la calle San Francisco encontramos el Cementerio Municipal.
Se accede a él a través de un largo pasillo que desciende en pendiente desde la puerta de entrada, pasando completamente inadvertido al visitante que desconozca su ubicación. Si llegas en horas de visita, baja por la pendiente hasta llegar a la capilla y a las primeras tumbas.
El cementerio se creó en el primer tercio del siglo XIX, y fue diseñado al gusto romántico, asemejando un jardín, por el escultor Fernando Estévez, cuya casa visitamos antes.
Una vez abajo, dirígete a la capilla, y observa la sencillez del recinto. El actual Cristo Crucificado vino a suplir al anterior, que ardió en el incendio del día de Difuntos en 1986. Todavía se pueden ver las marcas del fuego en la puerta labrada en piedra de la capilla. Esta portada pertenecía al convento de las Clarisas que pasó a titularidad pública en el siglo XIX, y se reutilizó aquí para ennoblecer el cementerio municipal, que en 2005 fue declarado Bien de Interés Cultural.
Las partes más antiguas de este cementerio son la capilla, la línea de panteones frente a ella, y todo el perímetro interior. Pasea por los límites del cementerio para descubrir algunas de las espectaculares tumbas y magníficas esculturas.
Una de las anécdotas más llamativas de este cementerio es que a finales del siglo XIX la Iglesia lo declaró lugar profanado. Durante 24 años, ningún miembro del clero traspasó la puerta de entrada, ni siquiera para oficiar los entierros. El motivo fue el enterramiento aquí de dos personajes considerados enemigos de la Iglesia:
Nicolás José Hernández y Diego Ponte del Castillo, VIII marqués de la Quinta Roja, acusados de pertenecer a la masonería. La Iglesia Católica ha asociado tradicionalmente la masonería con el oscurantismo y los ritos paganos.
Volvamos sobre nuestros pasos hasta la puerta de entrada para continuar nuestra visita. El siguiente punto será la plaza de San Francisco que se encuentra unos pocos metros más arriba de la entrada del cementerio. Sitúate en el banco de piedra frente a los dos cipreses para escuchar el siguiente punto.