11. Molinos de gofio
En este emplazamiento ha habido un molino de gofio desde el siglo XVI. Al ser este un negocio ininterrumpido desde entonces, el edificio ha sufrido numerosas reformas a lo largo de los siglos. Las partes más antiguas que puedes observar datan de finales del siglo XVIII.
El gofio es una harina de cereal tostado que ha sido la base alimenticia de los canarios desde tiempos de la preconquista hasta mediados del siglo XX. Los aborígenes canarios, o guanches, ya basaban su alimentación en el gofio, que hacían de trigo y cebada, y molían usando dos grandes piedras circulares que accionaban manualmente. Los guanches asimilados por la conquista continuaron utilizándolo y transmitieron su uso hasta nuestros días. Aunque hoy en día el consumo de cereales se ha diversificado y el pan le ha ganado terreno, el gofio sigue estando presente en la dieta de los canarios, y hay molinos como este que siguen en activo como pequeños comercios de venta al público.
En este tramo de calle podemos encontrar parte del denominado “Camino o Ruta del Agua” que está constituido por 13 molinos originales de los que hoy se conservan 10, construidos alrededor del canal de agua que bajaba por esta calle, del que se conservan solo parte de los tramos hechos en piedra.
Los molinos existen en La Orotava desde el siglo XVI. Si te fijas, verás los elementos fundamentales necesarios para que el agua moviese la rueda de moler.
Podemos ver la acequia sostenida sobre los arcos por la que llegaba el agua hasta el cubo escalonado. Este cubo servía para almacenar el agua que entraba desde la acequia y conectaba en su base con la casa donde se encontraban las piedras de moler. Estas piedras se accionaban con agua a presión que salía por un pequeño conducto proveniente del cubo y molían el cereal. Hoy en día el agua está canalizada bajo la calle y las piedras de moler se accionan gracias a la energía eléctrica que se domicilió en La Villa en los años sesenta.
Los habitantes de La Villa traían al molino el cereal cultivado por ellos mismos para tostarlo y molerlo. El oficio de molinero era considerado un oficio vil, como también lo eran los de carnicero y enterrador. Las acusaciones de robo, así como las disputas con los molineros, eran muy habituales. Hasta el siglo XVII, el desempeño de este oficio se relegó a los más marginados de la sociedad, como los mestizos y ex-presidiarios.
Los molinos estaban en funcionamiento las 24 horas del día. Sólo cesaban de moler si había que reparar alguno de sus componentes.
Sigamos. Un último empujón calle arriba. Sube 200 metros más y llegarás a la Calle Marqués, el punto más alto de nuestra ruta. Por el camino, si te fijas, encontrarás restos de otros antiguos molinos cuya construcción sigue en pie, aunque no están en funcionamiento.