DESCUBRE LA OROTAVA
Conoce su historia
En efecto, las restricciones impuestas por el monopolio andaluz al comercio con la América española, la prohibición del comercio directo con las colonias inglesas de ultramar decretado en 1663 por Inglaterra, así como las ventajas concedidas por la misma Inglaterra a los vinos portugueses, provocaron una seria crisis, siendo más aguda en Tenerife por su fuerte dependencia de la vid. No obstante, las grandes extensiones de tierras, las fortunas amasadas en décadas anteriores y la elegante cultura europea de sus élites, permitieron que la Villa continuara gozando como centro económico y cultural privilegiado. Y el vino, aunque dejó de tener la importancia de antaño, siguió siendo la base del poderío económico y cultural de la oligarquía local.
En el siglo XIX se van a producir dos de los hechos históricos más relevantes de la historia contemporánea de la Villa, y que transformarán decisivamente el pueblo y sus aledaños. El primero ocurrió al principio de la centuria. En las primeras décadas del siglo, los partidarios del liberalismo económico y contrarios a los privilegios e inmunidades que dificultaban el incremento de la producción y reparto de la riqueza, comienzan a realizar los procesos desamortizadores de las propiedades de las órdenes religiosas y de las tierras comunales y suprimen definitivamente el mayorazgo. A partir de entonces, el papel económico de los nobles, aunque mantuvieron un poder social muy importante, era decreciente. Las propiedades comenzaron a enajenarse y a redistribuirse. La Iglesia, el municipio y los grandes aristócratas tuvieron que compartir fortuna con nuevos propietarios de tierras, la burguesía agraria y comercial, los prestamistas y otros grupos sociales. Un proceso de enajenación de bienes de particulares que se acentuó, algunos años después, con el crack económico a raíz del hundimiento del mercado de la cochinilla, ese indefenso insecto que se criaba en las tuneras para la obtención de colorantes, y cuya explotación había sustituido la vid desde los años treinta hasta el primer lustro de los ochenta.
El segundo, ocurrió a finales del siglo, con la introducción del plátano. El plátano llamó a la puerta de los propietarios locales después del efímero período de explotación de la cochinilla y pronto se convirtió en el auténtico monocultivo de exportación en la economía canaria. En la medida en que las mejores tierras para su producción eran las ricas en agua, los propietarios del Valle de La Orotava se deciden por su cosecha. La iniciativa se vio favorecida por la presencia de las compañías británicas Fyffes Limitetd y Yeoward Brothers. Este producto agrario generó mucha riqueza a los empresarios del Valle de La Orotava y en particular a los de la Villa, los cuales, en un principio muchos, actuaron bien arrendando o vendiendo los terrenos y, en ocasiones, comprometiendo la totalidad de la producción a las compañías británicas, que se encargaban de exportar la fruta. Los mercados más importantes eran la Península Ibérica, Bélgica, Inglaterra y Alemania.
Pero aparte de la economía, la nueva vinculación de la Villa de La Orotava con el plátano originó grandes riquezas entre los propietarios agrícolas que les permitieron la incorporación del eclecticismo histórico en la arquitectura; a la casa doméstica canaria y las formas renacentistas y barrocas, le siguieron los estilos modernistas, eclécticos y neogóticos iniciados en las últimas décadas del siglo XIX y primeras del siglo XX. La ciudad adquirió un cierto aire europeo.
El plátano también favoreció enormemente al paisaje en la medida en que reforzó el verde, la naturaleza agraria. El “lenguaje del verde que caracteriza la escritura del valle”, empleando una figura literaria, se transformó e iba a entrar en una nueva fase estética. El estrecho vínculo entre la producción vitivinícola desde el siglo XVII y la del plátano desde finales del XIX, es decir, las fuerzas decisivas de la economía rural, ha dado forma a lo largo de los siglos a la Villa de La Orotava. Hoy es toda una sorpresa para el visitante. Entrar en ella es retroceder siglos; el arte que exhibe su casco urbano, las iglesias, los conventos, las mansiones de la aristocracia con sus escudos y la arquitectura popular con sus balcones y trabajo de madera, es un todo armónico, perfecto y bello con aire añejo. Al pasear por sus calles no podemos dejar de percibir las huellas de su pasado histórico. Todo ello se extiende bajo la atenta mirada del Teide, elemento destacable en el paisaje, además de proporcionar las tierras y cenizas de colores para la confección del tapiz de la plaza del Ayuntamiento en la Infraoctava del Corpus, una de las joyas artísticas con la que cuenta la Villa.
La Villa de La Orotava, con una población de 42.929 habitantes en enero de 2015, sigue manteniendo una actividad económica básica centrada en la agricultura y los servicios. Sin embargo, su atractivo centro urbano, su historia y su leyenda hacen que cada año, miles de turistas se acerquen a visitarla para disfrutar de una de las ciudades de Canarias más atractivas.