20/08/2020
Nacido en La Orotava, hijo ilegítimo, fue acogido y criado por la mulata Catalina Cabrera. Su madre, Catalina Hernández de Quintana, residente en Los Realejos donde trabajaba como criada de una familia acomodada, debió de desplazarse a La Orotava para evitar las murmuraciones. En fecha desconocida se trasladó a Las Palmas de Gran Canaria donde el 15 de junio de 1671 contrajo matrimonio con María Pérez de Vera.
A la muerte de su madre en 1679 regresó a Tenerife para pleitear por la herencia con los hijos de María de Castro, a la que su madre había servido como criada. No es seguro que viajase con él su mujer, que para entonces quizá hubiese muerto.
Tras su regreso a Tenerife fijó su residencia en La Laguna donde en 1686 contrajo segundas nupcias con María Perdomo de la Concepción. De este segundo matrimonio nacieron al menos seis hijos. El cambio de residencia supuso también cierta mejoría en la situación económica del pintor, aunque nunca dejase de aceptar labores menores como el dorado del retablo y cubierta de la capilla mayor de la Basílica de Nuestra Señora de la Candelaria, del que se ocupó en 1688, o la restauración en 1724 de un cuadro de Juan de Roelas propiedad de la Catedral de Canarias.
Toda su obra conocida es de carácter religioso dada la composición de su clientela, pero posiblemente también por las propias convicciones del pintor, hombre devoto a juzgar por la capilla de la Cruz que mantuvo junto a su casa y para la que pintó con setenta y cinco años una de sus más afortunadas obras: San Pío V rezando por el triunfo de Lepanto, actualmente en la iglesia de Santo Domingo de Guzmán de La Laguna.
Ilustración de Victor Jaubert