“Del monte en la ladera, por mi mano plantado tengo un huerto” (Fray Luis de León).
Estos versos del poema “Vida retirada” de Fray Luis de León, me sirven para comenzar a desgranar una experiencia como la del “Huerto ecológico urbano municipal del Parque Cultural Doña Chana” en La Orotava. Aunque nada que ver con una vida retirada, sí sin embargo con todo aquello que puede crecer en un huerto urbano: agricultura ecológica, vuelta a una tierra olvidada entre plásticos, pesticidas, prisa y burocracia propios del siglo XX y, dentro de un régimen comunitario de ayuda mutua, alimentarse sanamente, ayudar a la cesta de la compra en tiempos de crisis y disfrutar de la naturaleza al aire libre. Todo, contradictoriamente, en mitad del ruido, de las calles, de los automóviles. En el trajín cotidiano de un microcosmos urbano, sólo que dentro de la isla verde que es el Parque Cultural Doña Chana, en el centro geográfico del municipio.
La idea, promovida por la CEAM –Centro de Educación Ambiental Municipal- del ayuntamiento de La Orotava, se inspira en experiencias similares de Cataluña, Baleares, Alemania, etc. siendo el primero en ese sentido en el archipiélago canario. Tras su puesta en marcha han sido muchos los ayuntamientos de Tenerife que se han interesado por la experiencia para aplicarla también en sus municipios respectivos. El alma mater de la misma es el técnico ambiental municipal Nicolás Martín quien con los concejales de Medio Ambiente Manuel Ángel Martín primero, y Luis Perera después, pusieron en marcha la iniciativa al ver las posibilidades que reunía el recinto. Un espacio por cierto que llegó a estar “amenazado” en 2009 con un proyecto de aparcamientos y que el ayuntamiento decidió convertir acertadamente en zona verde.
Con el Teide al fondo, los hortelanos pasan las horas que su tiempo les permite, desarrollando sus conocimientos agrícolas, aprendiendo unos de otros, compartiendo en suma la información y los productos de la tierra. La filosofía está muy clara: dejar que la naturaleza haga su trabajo sin introducir química ni productos contaminantes para el medio. Las plagas se bloquean con los recursos de la propia natura. Flores, plantas medicinales y aromáticas, tabaco, millo son principalmente los cultivos que, espaciados, contribuyen a tener a raya a especies nocivas para la huerta. El agua de riego forma parte de un complejo de energías limpias y sostenibilidad. Un sistema híbrido de un aerogenerador y varias placas solares fotovoltaicas nutren de energía a todo el huerto y mueven la red de agua de estos “jardines comestibles”, como le gusta decir a Nicolás Martín. En ellos, conviven en comunidad madres, padres, niños, niñas y algún que otro caminante, que se detiene a admirar este cuadro eminentemente natural. De esa manera, el agua de la lluvia recogida en unos aljibes con capacidad para 5.800 litros, transcurre por la canal movida por un motor eléctrico alimentado también con energía solar. El gran aljibe de la finca pretende también ser incluido en este circuito, con lo que se ganará en metros cúbicos de agua. Si el año es seco, lógicamente el líquido elemento vendrá de la propia red municipal, para lo cual los hortelanos pagan una cuota anual de mantenimiento.
El huerto comenzó su andadura en la primavera de 2012 con una primera fase de 19 personas para a final del año continuar con una segunda hasta alcanzar la cifra de 48 hortelanos. La superficie total que ocupan los diferentes canteros o bancales es de 4.000 metros cuadrados, disponiendo cada agricultor de 20 metros cuadrados. La última fase, que se desarrollará a mediados de febrero de 2013, dará como resultado un total de 90 agricultores.
El perfil de quienes allí conviven es variable: personas en paro, jubilados, asociaciones sin ánimo de lucro que aprovechan la idea para introducirla en sus programas, hombres y mujeres que anímicamente encuentran en el huerto una terapia para diversas situaciones de la vida, profesionales diversos entre los que suelen darse cita bastantes responsables del mundo de la educación etc. Este último perfil hace que el huerto sea también una proyección añadida del programa escolar, tanto en relación con visitas al mismo, como en lo que a participación directa de los chicos y chicas se refiere, con el fin de que los más pequeños amplíen su etapa de juego dentro del aprendizaje y disfrute de una agricultura sana.
De hecho el CEIP Ntra. Sra. de La Concepción tiene su parcela propia, al ser el único centro del casco sin espacio para un huerto escolar. Se ha apuntado también que esta idea es una evolución de las experiencias habidas en los centros escolares de La Orotava. Desde la eclosión de estos en la década de los años 70 hubo siempre una dedicación especial a los huertos escolares como parte del currículum. Fue el caso del Instituto La Torrita o posteriormente el actual CEIP Ramón y Cajal donde en el lugar que hoy ocupan las gradas del polideportivo existía un buen huerto de lechugas y demás especies, por citar sólo algunos ejemplos. Aunque sin embargo, el más emblemático ha sido y sigue siendo el huerto escolar del CEIP Santa Teresa de Jesús de La Perdoma.
Pretende ser autónomo en cuanto a los cultivos biológicos a desarrollar. Por ello, diversos hortelanos, de forma altruista y voluntaria han construido todo un vivero con semillas ecológicas y con especies propias de la variedad canaria, que situado en su parte inferior queda abierto a las necesidades e innovaciones del conjunto, al ser un espacio, como he comentado, de carácter comunitario.
El proyecto, ha completado así la idea de un parque cultural municipal con toda una historia detrás. Doña Sebastiana Bravo de Laguna (Doña Chana) que le da nombre, fue una señora de la alta sociedad orotavense emparentada con los Bravo de Laguna de Gran Canaria, propietarios a su vez de la casa de Los Coroneles de Fuerteventura y de La Isleta de Las Palmas. Estuvo casada con Don Mariano Brier, de la familia que vivió en la actual Casa Brier, en el solar del antiguo Colegio Jesuita y con grandes propiedades también en Garachico. Ambos, Don Mariano y Doña Chana, adquirieron esta mansión y sus jardines renacentistas a unos inquilinos anteriores, la familia Suárez, que fueron quienes construyeron en 1920 el edificio ecléctico de bella factura que domina el lugar, al estar en un altozano. En un principio se conocía como “Villa Remedios” en honor de la primera esposa que la habitó.
Doña Chana y Don Mariano eran dos personajes peculiares, sobre todo él, aunque la más conocida era ella con cuyo nombre pasó a denominarse el lugar. Doña Chana fue una gran benefactora de las Hermanas de la Cruz, comunidad religiosa de la calle Salazar a la cual trajo Doña Chana junto con el párroco de La Concepción a La Orotava en 1974, y a la que donó una buena parte de su herencia. Don Mariano era un personaje muy especial, con ciertas manías como la de no tocar el dinero usado, con lo que pagaba siempre con billetes nuevos y cuando recogía el cambio abría su cartera para que se lo introdujeran en la misma sin tomar contacto con él.
Al fallecer ambos sin descendencia en el último cuarto del siglo XX, esta parcela de 13.764 metros cuadrados terminó siendo comprada para uso público por el Ayuntamiento de La Orotava gobernado por CC. Su adquisición comenzó a propuesta de IpO-Los Verdes, en una moción de noviembre 1999, cuando había una oferta de venta por 300 millones de pesetas. Sin embargo, sería por fin comprada en 2002 por 400 millones, lo que tras la remodelación y edificaciones añadidas se transformaría en 663 millones de inversión final. A propósito de esta casa fue notorio en 2006 el conflicto ante la cesión o no de la misma a ningún grupo ya que estaba catalogada como Bien de Dominio Público y por tanto totalmente prohibida su cesión total o parcial. La construcción de un nuevo edificio añadido en la antigua zona de aperos usado por la Banda de Música y el complejo aprovechando los desniveles y parte de los edificios antiguos destinados cuadras y que ocupa la citada CEAM por un lado y la Asociación de Labradores San Isidro por otro, conforman un espacio, ejemplo de cómo recuperar y proyectar a la vez para el futuro un lugar urbano con su “sitio” agrícola en mitad del trasiego ciudadano.
Hoy, entre el fondo musical de la Banda de Música, las actividades culturales (conferencias, cursos, exposiciones etc.) que se desarrollan en la propia casa, el colorido infantil de las familias que acuden con sus hijos a los juegos del parque, la conservación de unos jardines -pulmón verde para el centro de la Villa con la consideración del espacio como “libre de humo”-, donde habitan especies como ficus, moreras, barbusanos, pinos canarios, dragos … y la fresca actividad del huerto urbano ecológico municipal, hacen de este conjunto un ejemplo en todos los órdenes.
Autor: Agapito de Cruz Franco