Un joven de 25 años de La Orotava abre una quesería para combatir las estrecheces económicas
La salida de la crisis huele a queso, sobre todo, en La Orotava. Son miles de personas las que intentan agarrarse a cualquier tipo de trabajo para salir a flote y la mayoría de los que se crean en Tenerife, como en el resto del país, duran lo que un pestañeo. Si encima una persona encuentra un empleo que le guste, que se dé con un canto en los dientes. Son muchos los que se estrujan la cabeza con el fin de ser emprendedores, la palabra de moda, y Yeray González ya lo ha conseguido a sus 25 años. Se pasó tres de brazos cruzados porque el mercado laboral no le daba una oportunidad y, para poner fin a esta situación, encontró la solución: montar la Quesería Pinolere, y no porque sea un oficio heredado.
En su familia no había cabreros hasta ahora. El negocio de Yeray y su casa se encuentran en Pinolere, una zona rural donde la ganadería y la agricultura forman parte de la idiosincracia de los lugareños. Su día comienza a las ocho de la mañana para cuidar de sus animales. Lo primero es ponerles de comer, por ejemplo, hojas de castaño. Después, hay que ordeñar, algo que las cabras hacen con gusto porque, a cambio, disfrutan de una delicatessen: unos granos de millo.
Luego, toca hacer el queso artesanal, cuyo proceso dura unas dos horas. Una de las características que diferencia a su producción de la mayoría es que utiliza cuajo natural, de ahí que sea de sabor suave y de textura tierna.
Así es el día a día de este joven de 25 años. "Mis amigos al principio me decían que estaba loco por mi edad pero a pesar de ser un trabajo sacrificado, es gratificante y rentable. Tampoco es para volverte rico pero sí da para sobrevivir", explicó Yeray, sentado junto a su rebaño de 50 cabras.
Pero si nadie de su familia se ha dedicado a esto, ¿cómo es que sabe cuidar de los animales, ordeñar y producir este producto lácteo? Pues por su novia, Tamara Cabrera. Ella sí que lo lleva en la sangre y hasta en el apellido. La joven, también de 25 años, se quedó sin trabajo y animó a su novio a hacer realidad este proyecto.
"Su familia tiene una quesería mayor y, aunque me gustan los animales, más me llamó la atención que sus allegados pudieran vivir de ese negocio sin estarse preocupando todos los días por los ingresos", asegura Yeray mientras Tamara termina de tratar la leche.
"Mi madre está muy contenta de que sigamos con esta tradición de toda la vida, que siempre te saca para adelante", apunta Tamara, que tenía ya los brazos un poco doloridos de presionar durante tantas horas el queso. Yeray, después de buscar trabajo durante tres años sin éxito, decidió abrir este nuevo negocio también gracias al apoyo de su familia. "Compré algunas cabras y otras pocas me las regalaron mis padres. Aprendí a cuidar de ellas poco a poco y, después, el resto". En caso de que ahora le ofrecieran un empleo de lo que estudió –Mecánica–, "seguiría con los animales", afirmó con rotundidad el joven.
Su negocio lleva en marcha desde hace un año y al día produce unos ocho quesos, que equivalen a 10 kilos. "Lo más efectivo es hacer eso, no vender la leche", detalló Yeray. Aunque por el momento sus clientes son los vecinos más cercanos, el objetivo de esta pequeña empresa familiar es crecer hasta distribuir su producción por supermercados, aunque a día de hoy "tiene buenos resultados".
Como todo buen emprendedor, también ha tenido que invertir dinero para poder poner en marcha su explotación. "Para darte de alta es muy complicado, porque el Cabildo de Tenerife te pide muchos requisitos". El joven orotavense señaló que para abrir su nuevo negocio debió esperar más de un año para que la Corporación insular le diera el permiso. Tuvo que hacer obras en casa como, entre otras cosas, construir una pequeña habitación para guardar la ordeñadora y establecer un recinto adecuado para el cuidado de sus animales. "Es normal que te exijan tantas cosas, porque las cabras deben estar bien", puntualizó Yeray.
Debido a todo el trámite burocrático que hay que hacer, comentó que hay muchas personas "que se aburren antes de que ten den de alta la explotación, pero yo soy persistente en lo que quiero", agregó el joven.
Sacar adelante este negocio, sin embargo, sería complicado sin la ayuda de sus padres. Yeray indicó que su novia y su madre son las que suelen hacer el queso, mientras que su progenitor, Esteban, le ayuda a cuidar de los animales. Aunque no han sido cabreros, sí que saben ordeñar y producir este alimento porque de jóvenes tenía cada uno alguna que otra cabra en casa que alimentaba a la familia. "Uno no se olvida de esas cosas", afirmó Esteban, para subrayar que le parece "muy bien" la decisión de su hijo.
Muchos jóvenes, como diversos amigos de Yeray, aún no han encontrado su propia solución a la crisis económica. El aliciente, no obstante, es que algunos logran torearla con simplemente un queso, una de las producciones más tradicionales de Canarias.
Fuente: laopinion.es