Estos jardines, declarados Bien de Interés Cultural, constituyen un ejemplo singular de jardín simbólico, único en Canarias y España. Se ubican en la trasera de la antigua residencia de los marqueses de la Quinta Roja y están formados por varias terrazas escalonadas decoradas por paseos, fuentes de agua y abundante vegetación, coronado por un edificio de mármol que domina todo el jardín.
Fueron realizados a finales del siglo XIX para albergar los restos del difunto marqués Diego Ponte del Castillo, al que se le había negado sepultura en el cementerio local por su condición de masón. Su madre, Sebastiana del Castillo, decidió transformar las huertas de su casa en un jardín y levantar en lo más alto un panteón familiar, que perpetuara la memoria de su hijo y el agravio recibido.
El monumento funerario es obra del arquitecto francés Adolphe Coquet y del jefe de obras Nicolás Álvarez, ambos miembros de la masonería.