ANUNCIO: BOC Nº 135. Jueves 13 de Julio de 2006 - 996
El 4 de julio de 2006 y mediante Decreto 92/06 del Gobierno de Canarias se declara Bien de Interés Cultural con categoría de Sitio Histórico, el Acueducto de los Molinos, integrando asimismo otras infraestructuras hidráulicas vinculadas como los Lavaderos de San Francisco, y otros elementos relacionados como el Camino de La Sierra.
La abundancia de agua tan característica de La Orotava, generó que desde épocas tempranas el preciado elemento fuera conducido desde los numerosos manantiales y nacientes situados en Aguamansa hasta los diversos asentamientos poblacionales de la localidad, destacando en este sentido el núcleo fundacional, donde sería aplicado a los más diversos usos, para los que se generaron diferentes infraestructuras hidráulicas de interés histórico y etnológico, incluidas en los islotes de protección que integran el Bien de Interés Cultural y que serán descritas a continuación:
Camino de La Sierra
Esta antigua vía de comunicación con las tierras altas del municipio, constituye un notable ejemplo de la ingeniería rural que aún se conserva en los espacios agrarios de la localidad. Se trata de un camino empedrado, configurado por la superposición de piedras labradas de diferentes tamaños, sobre una base de barro compacto. Las piedras se alinean unas tras otras mediante cintas maestras longitudinales, que se sitúan en el centro y en los laterales de la calzada, y que quedan conectadas por otras cintas o franjas de piedras secundarias, colocadas en sentido oblicuo, configurando lo que se conoce como la disposición en espina. Este original sistema puede apreciarse también en el camino de El Ciprés, la otra vía empedrada que se conserva en La Orotava, y que actuaba como vía de comunicación para el tránsito de mercancías con el Puerto de la Cruz.
El vínculo de esta ancestral vía con la denominada Ruta del Agua viene revelado por su propia de nominación, La Sierra, en recuerdo del primero de los molinos que funcionaban en La Orotava, por medio la fuerza motriz del agua. Este aserradero, ya desaparecido construido en la primera década del siglo XVI, movía una sierra para cortar la madera, que era transportada desde los montes de La Orotava, a través del camino empedrado de La Sierra.
Los Molinos
Los molinos constituyen una de las señas de identidad más representativas de La Orotava, como eje fundamental de un entramado hidráulico que se erigió desde épocas tempranas, en uno de los vectores del desarrollo urbanístico del núcleo poblacional. Desde el siglo XVI fueron establecidos por las grandes familias terratenientes, que también ostentaban el control del agua, que los cedían en arrendamiento a los molineros. Esta situación será una constante hasta la llegada del siglo XX, cuando la propiedad de los molinos pasará a manos de los trabajadores.
En este sentido, a lo largo de la primera mitad del siglo XX fueron varios los molinos adquiridos por los molineros que hasta ese momento habían sido sus arrendatarios. El acentuado desnivel del terreno favoreció que el caudal de agua generase, por medio de pequeños saltos, la energía necesaria para el funcionamiento de los molinos, a partir del movimiento de las ruedas motrices. La estructura de estos ingenios se compone generalmente de tres elementos: la arquería, el cubo y la casa del molino, en cuyo nivel inferior se sitúa el chaboco.En primer lugar, la arquería que sustentaba la acequia o canal, formada por tres arcos de medio punto, ligeramente rebajados. Ese acueducto conducía el agua al segundo elemento, el cubo, un depósito acumulador del agua que adopta la forma de torre escalonada, generalmente sobre planta o base cuadrangular, a excepción del molino de las Cuatro Esquinas. Su estructura escalonada decreciente responde a principios físicos basados en la obtención de una mayor energía hidráulica, generada por la caída del agua desde la cota superior del depósito hasta la base del mismo, donde se encuentra el bocín, nexo entre el cubo y el chaboco. Allí, la fuerza motriz del agua hará mover los rodeznos, dos piezas circulares que a su vez moverán las piedras situadas a un nivel superior y que producirán la molienda del cereal. Exteriormente el cubo presenta uno o dos canales verticales adosados que reciben el nombre de rebosaderos o aliviaderos. Su función consiste en desalojar el agua sobrante del cubo y conducirla a la contraacequia, situada en el suelo en paralelo al canal principal para no interrumpir el curso del agua. El tercer elemento es la casa del molino, una edificación de estilo tradicional con muros de mampostería, vanos y techumbre de madera, con cubierta de teja árabe. El espacio se divide en dos alturas. En la inferior se encuentra el chaboco, que recibe el agua desde el cubo por medio del bocín, haciendo rodar los rodeznos que a su vez moverán las piedras, situadas en el nivel superior, donde se tritura el cereal y por tanto se produce el gofio.
Lavaderos de San Francisco
Los lavaderos de La Orotava, constituyen otro de los espacios relacionados con el abastecimiento del agua para su uso público en el núcleo poblacional. Su origen se remonta al siglo XVI cuando fueron creados a partir de la acequia que conducía al agua desde los manantiales de Aguamansa hasta el primitivo asentamiento de vecinos, y en estrecha vinculación con los molinos harineros. El acuerdo de cesión de las aguas del Heredamiento para el abasto de la población, establecido en los primeros tiempos del lugar de La Orotava, contemplaba la posibilidad de crear los lavaderos que el gobierno local estimase oportuno, bajo la condición de que el agua sobrante retornara a la acequia de la Dula. Sin embargo, fueron constantes los problemas que los lavaderos originaron para otras estructuras del abasto público como las fuentes y los abrevaderos, así como para los molinos.
Se tiene constancia de la existencia de hasta cinco lavaderos públicos como fueron los de Santa Catalina, los de la Cruz Verde, los de la calle del Castaño o de San Francisco, los cercanos a la ermita Franchi y los de la calle del Agua, hoy Tomás Zerolo.
Los lavaderos de la calle del Castaño o de San Francisco alcanzaron una relevancia superior a los anteriores, y a diferencia de aquellos, sí conservan su emplazamiento, donde pueden contemplarse dos estructuras bien diferentes, en relación a dos momentos históricos distintos. Por un lado, se encuentran los primitivos lavaderos constituidos en torno a la acequia, provista de losas de piedra para la tarea de lavar la ropa. Por otro lado, se pueden apreciar los lavaderos de cemento proyectados por Tomás Machado y Méndez Fernández de Lugo en 1945.
No obstante, la obra no fue concluida en su totalidad hasta 1948, tomando como eje un pilar continuo de cemento con doce depósitos individuales con surtidor propio, dispuestos a cada lado. Una vez entraron en funcionamiento los nuevos lavaderos, la antigua acequia fue sepultada bajo un metro y medio de tierra. Durante el siglo xix y sobre todo en el siglo xx, los lavaderos de La Orotava se constituyeron en un marco de sociabilidad de suma importancia para las clases menos favorecidas de la población orotavense. Durante el día, acudían las mujeres a lavar la ropa de sus propios hogares o la de los ajenos, a cambio de una retribución, bien en metálico o bien en especies, amenizando su labor con cantos, risas y "cuentos". Al atardecer, cuando las señoras abandonaban las acequias cargadas con la ropa lavada, eran los hombres los que se daban cita en lavaderos como los de San Francisco, para "armar tenderetes", con cánticos acompañados por timples y contras, o para jugar a las cartas, hecho que suscitó la tan manida denominación de casino de los pobres, para los lavaderos de la calle del Castaño. Todo ello incrementa de un modo fundamental, el gran valor antropológico de este espacio, como escenario de un quehacer esencial para el desarrollo de la vida cotidiana de varias generaciones de orotavenses. En la década de los años sesenta del siglo xx, el inicio de las obras de la red de abastecimiento domiciliario del agua corriente, originó que los distintos espacios utilizados como lavaderos públicos fueran abandonados cayeran en desuso.