Dos especialistas fotografían en estos días las 8 obras del Museo del Prado que se encuentran en la Casa Consistorial, al objeto de actualizar las imágenes que tienen de éstas y valorar su estado.
El origen de la presencia en el Ayuntamiento villero de esta colección de pinturas, propiedad del Museo de El Prado, se remonta justamente al 12 de octubre de 1905, cuando el Consistorio, en sesión plenaria, adoptó el acuerdo de solicitar la cesión de una serie de obras de arte al Museo de Arte Moderno, con la finalidad de decorar las zonas nobles de la nueva Casa Consistorial de la Villa. Las gestiones, ante el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, se encomendaron al Diputado Nacional por Santa Cruz de Tenerife, Antonio Domínguez Alfonso.
Desde finales del siglo XIX era habitual que parte de los fondos del Museo fueran cedidos en depósito a diferentes entidades públicas debido al excedente de obras artísticas que cada año se generaba con motivo de la celebración de las Exposiciones Nacionales, el equivalente hispano de los afamados Salones que desde mediados de aquella misma centuria tenían lugar en París.
Las Exposiciones Nacionales se organizaban con la pretensión de descubrir y promocionar nuevos talentos del panorama artístico español. Dada la afluencia de artistas y de obras resultaba materialmente imposible dar cabida a las mismas en las instalaciones museísticas, por lo que desde el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, bajo cuya tutela se encontraba el Museo de Arte Moderno, se adopto la decisión de ceder gran parte de estas obras de nueva factura a diferentes administraciones públicas del país. Ello explica el hecho de que, desde entonces y hasta la actualidad, numerosos Ayuntamientos y Diputaciones, custodien piezas plásticas propiedad del Museo del Prado que, cabe señalar, asumió los fondos del Museo de Arte Moderno en 1971.
Una vez obtenida la autorización Ministerial, tras la eficiente labor de Domínguez Alfonso, el Ayuntamiento de La Orotava se personó en Madrid a través de Rafael Belza Monagas, villero residente en la capital de España quien se encargaría de custodiar el traslado de las piezas hasta la Villa.
Finalmente, el 1 de enero de 1912 serían depositadas en este Consistorio las ocho pinturas que desde entonces y hasta la actualidad han presidido las zonas nobles de su centenaria sede.