El colegio salesiano San Isidro, que pronto cumple 107 años, se ha embarcado en un profundo cambio metodológico para adaptar su forma de enseñar al siglo XXI.
El colegio salesiano San Isidro se fundó hace casi 107 años en la Villa de La Orotava. Este centro concertado, en el que estudian 1.075 alumnos de 3 a 16 años, ha decidido desde hace unos años que no se puede vivir solo del pasado y ha emprendido un profundo cambio metodológico para adaptar su forma de enseñar al siglo XXI. De Infantil a Secundaria. Su director desde 2011, Emilio Torres, lo tiene claro: "El mundo en el que vivimos ha cambiado, ya es hora de que cambie también el colegio, el mundo donde estudiamos". Ese cambio ya se nota incluso en la disposición de las aulas, pero hay un elemento tecnológico que evidencia que está en marcha una gran evolución: sobre los pupitres de este colegio centenario, donde antes solo había libros y libretas, ahora brillan las pantallas de cientos de tabletas iPad.
El objetivo del centro no es sustituir el libro por el iPad, pero estas tabletas van a convertirse en una herramienta fundamental para la educación y formación de las futuras generaciones. Sus dos grandes ventajas son que se actualizan cada minuto y que son una ventana conectada al mundo. Una fuente infinita de información.
El colegio salesiano, con el apoyo de las familias de los alumnos, ha comprado este año 200 iPad. Serán 800 en 2018. Por ahora, varias clases trabajan combinando libros y iPad, pero hay tres carros itinerantes, con 32 tabletas cada uno, que no paran de recorrer el resto de las aulas para introducir esta herramienta en todos los niveles.
Pero si el iPad de Apple es el elemento más llamativo, las claves de este cambio metodológico son mucho más profundas. Torres explica que el centro quiere dejar atrás "las estructuras pasivas del aula, las tediosas clases magistrales en las que el profesor explica desde la pizarra y los alumnos, en pupitres individuales, se limitan a cumplir tareas". Este centro apuesta ahora por un método educativo más activo, basado en la Teoría de las Inteligencias Múltiples de Howard Gardner, el aprendizaje cooperativo y competencial, la atención a la diversidad, la educación emocional, la formación por proyectos -principios que comparte con el CEIP Aguamansa-, el bilingüismo o el pensamiento eficaz.
Lo emocional no se olvida. Desde hace cinco años forma parte del trabajo diario: "Tener lugar y tiempo para que los alumnos hablen y gestionen sus emociones sin duda hará de ellos personas más autorreguladas".
En las aulas ya no hay pupitres individuales, sino grupos base de trabajo en los que cada estudiante asume un rol, adecuado a sus características. En cada equipo de cuatro alumnos hay un supervisor, un mediador, un facilitador y un portavoz. Los estudiantes se organizan trabajando en equipo y lo que uno aprende lo comparte con el resto. "El éxito de uno es el éxito del grupo", destaca Torres. En este nuevo modelo, el profesor acompaña y orienta, "pero el aula podría funcionar casi sin un docente".
Los métodos de evaluación también cambian: "No se evalúa siempre con un examen". Y hasta la comunicación con las familias ha abandonado el papel para utilizar una aplicación de teléfono móvil.
Las dinámicas de cohesión también sirven para unir a los grupos, repartir roles y atender a las características de cada individuo. Todos son diferentes, pero todos valen.
Además, la mitad de los contenidos -salvo lengua y matemáticas- se imparten en inglés, gracias al apoyo de tres auxiliares de conversación nativas. El ajedrez se ha convertido en una asignatura, "un gimnasio mental", según Torres, y se aplica el sistema Progrentis de comprensión lectora.
Este profundo cambio ha implicado mucho sacrificio y muchas horas de formación en un claustro formado por 70 docentes. Torres valora la predisposición y entrega de los profesores que se han implicado en este proceso de cambio y modernización educativa. Al igual que las familias, "de las que el 100% acude a las reuniones y tienen la oportunidad de probar el sistema en el aula. Ellos mismos pueden comprobar cómo trabajan sus hijos".
Fuente: El Día // Raúl Sánchez